A la carta: Escogiendo el mejor disco de Ozzy Osbourne

Ozzy Ozzy Ozzy… Sin duda alguna Ozzy Osbourne, más allá de que pueda gustar o no tanto a la gente, se ha ganado un lugar especial dentro de la música Rock, y de la cultura popular. Su particular sentido del humor, sumado a sus incontables leyendas y obviamente su legado musical, le ha otorgado un carácter de culto que no deja indiferente a nadie. Es por esto, aprovechando su show en nuestro país, que hemos decidido dar nuestra opinión sobre sus mejores álbumes solistas. Desde el staff Jota y Felipe escogerán sus favoritos y aparte, como invitado especial, Jebu Berrios de Errante hará lo suyo.

Blizzard Of Ozz (1980)

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Cuando Judas Priest y Motörhead no hacían más que ascender, y por otro lado, unos rebeldes Iron Maiden salían por primera vez a remecer la escena, Ozzy Osbourne se instauró en medio de todo de manera imponente y explosiva. No importó en absoluto el despido de Black Sabbath, ni mucho menos su endeble reputación. Con un Randy Rhoads como su infalible mano derecha, se mandaron uno de los mejores debuts de la historia de la música misma repleta de clásicos incombustibles. El rol protagónico del difunto guitarrista fue la clave, y es que su estilo neoclásico inconfundible no sólo marcó la carrera del cantante, sino que la blindó tal ariete despedazando lo que sea. Y es que todo lo que rodeaba a esta pieza era objetivo de atención, tal como los oscuros tópicos que la magnificente «Mr. Crowley» trataba. Ni hablar de «Suicide Solution». No sólo eso, sino que este álbum funciona de tal manera que entre medio de tales canciones, encuentras piezas casi opuestas como «Goodbye To Romance» y «Crazy Train». Ozzy está loco, está completamente demente y plasmó su extravagante imaginario como si no hubiese importado para nada haber sido despedido de Black Sabbath. Podrán decir lo que quieran de él, y probablemente este de acuerdo con el 100% de ellas, pero nadie puede negar que es un maldito genio y Blizzard of Ozz es la prueba de ello.

Diary of a Madman (1981)

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Puede que el Blizzard of Ozz le haya otorgado a Ozzy un montón de nuevos clásicos, pero su sucesor, a opinión personal, fue más arriesgado y épico. Diary of a Madman es una obra repleta de una oscuridad latente en cada uno de sus ocho temas, cada uno dispuesto de diversas maneras con claras alusiones al ocultismo, la locura y las drogas. Si bien Ozzy hizo la pega más que bien, aquí el gran héroe es Randy Rhoads, cosechando todo tipo de revueltas en la guitarra, ahondando de manera milagrosa en las guitarras más clásicas, sin perder en ningún momento la rabia y la furia de esos riffs atronadores. Un complemento más que perfecto para que Ozzy terminara por salirse definitivamente de la sombra de Black Sabbath. Este Diary es una obra no tan popular, quizás más compleja, pero que esconde todo tipo de joyas capaces de llevarte desde las nubes a la penumbra misma.

Bark At The Moon (1983)

Ozzy Osbourne 1983

Quizás uno de los momentos más complejos al que se tuvo que enfrentar en su vida. La muerte de Randy Rhoads era un duro movimiento del destino, y Ozzy tenía que tomar una decisión. Así, quiso seguir adelante, esta vez con un desconocido Jake E. Lee que puso su huella de tal manera que el álbum brilla por sí solo –aún cuando no hayan querido poner su nombre en los créditos–. No es un álbum para salir de la desesperación y mantener el nombre en los diarios por un tiempo. No es un álbum para cumplir con el contrato discográfico. Es el maldito «Bark At The Moon» repleto de los malditos pensamientos del maldito Ozzy y sus malditos compañeros. Compuesto con canciones que rivalizan sin esfuerzo alguno con los éxitos de sus primeros LP’s, y eso sucede porque no funciona como una respuesta a lo sucedido, sino como pasos agigantados que dejarían el nombre del Príncipe de las Tinieblas marcado en la conciencia colectiva, casi de manera arquetípica. ¿Acaso uno puede mantenerse impasible escuchando «Waiting for Darkness» o «Centre of Eternity»? Claro que no.

No More Tears (1991)

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El gran clásico moderno de Ozzy Osbourne. Cuando muy pocos daban un centavo por él, se hizo con una colección magnifica de piezas que van desde los sentimientos más profundos y descarnados en todo tipo de baladas, hasta lo salvaje y entusiasta de un Rock capaz de perdurar fácilmente en la existencia. Los tiempos habían cambiado y Osbourne no se quería quedar atrás. Un iluminado Zakk Wylde dejaría su gran legado en No More Tears, dotando al sonido de una frescura que hacía falta después de un poco inspirado The Ultimate Sin y un incomprendido No Rest For The Wickend, un sincero y honesto Ozzy entregaría las que serían sus mejores letras en su carrera. ¿El resultado? Un álbum variado, en donde conviven los nuevos aires de un Hard Rock más abierto a los cambios, y que trae clásicos inmediatos.

 

Con alguien como Ozzy uno esperaría a lo menos, un flujo peligroso de toma de decisiones, y es que la vigencia de su carrera corría peligro. Era el momento de hacerse cargo, no había otro. La explosión del grunge ya mermaba las carreras de bandas hermanas y Osbourne era tan sólo cosa de tiempo. ¿Qué fue lo que pasó? Un álbum lleno de historia, emotividad y honestidad. Con un poco de ayuda del versátil Lemmy Kilmister e incluso de Mike Inez –bajista de Alice in Chains– surgió uno de los álbumes más clásicos y tocados del británico. Infaltable en todas partes, donde en su papel de rockstar hace cantar estadios enteros «I Don’t Want To Change The World», el otrora guitarrista Zakk Wylde sacaría a relucir cada sentimiento que las cuerdas pudiesen expresar –¡qué solo el de No More Tears!– y jamás olvidar, jamás olvidar cuando Osbourne tocó nuestros corazones con «Mama, I’m Coming Home». Discazo por la cresta.

 

Live & Loud (1993)

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Siempre he sido de evitar las carreras solistas de los frontmans de alguna banda, por el simple hecho de que es difícil no hacer la comparación odiosa con su banda madre de la cual salieron. Dejando de lado aquello, un día curioseando en una tienda de discos usados (en Rancagua), encontré el Dvd del live and loud a un precio bastante accesible y en buen estado. Tiempo atrás me había topado una reseña del mismo y me llamaba la atención el contexto de aquel Dvd. Ese dvd es el testomonio fijo de la gran estafa que suelen ser los tours de despedida. De todas formas lo adquirí y lo que más me llamó la atención en primera instancia era la fotografía como estaba tratado. Al ser tomas de distintos conciertos pero dentro de la misma gira, tiene esa magia como de un largo videoclip en vivo, con un buen sonido, Zack wilde lejos de la imagen de montañez que proyecta hoy en día, un Joven Mike inez en el bajo y a un baterista que había leido en los créditos de muchos discos : Randy Castillo.

Me encontré con una selección de temas que sin conocimiento previo de sus discos, me parecieron gancheros y musicalmente enérgicos: Shot in the dark (escuchado en un sin fin de carretes hasta altas horas de la madrugada), I Don’t Want To Change The World, Bark at the moon y la sentida Mama I’m coming home, por solo nombrar algunas, son testimonio de lo emblemáticas que fueron las primeras composiciones de esta primera etapa solista del Madman y que marcaron a una generación donde todo era novedoso y que siempre es mirada con nostalgia. Esa misma generación que no quiere que pase el tiempo y sus ídolos cuelguen las botas, porque al final del día sólo somos humanos con fecha de expiración. Unos con caducidad más prorrogada que otros.

Ozzmosis (1995)

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Ozzmosis es el álbum que trajo por primera vez a Ozzy a Chile y a pesar de que no superó a su predecesor, si le dio un nuevo camino a seguir a un eterno sobreviviente de mil batallas. Quizás el mayor defecto de Ozzmosis es su complejidad, su falta de cohesión, sus excesos, pero a la larga, tenía razón. Le da una sacudida a los moldes más típicos expuestos en No More Tears, dejando de lado la vocación himno Rock por algo más difícil de digerir. Quizás es una buena muestra de los tiempos extraños que se vivían en los noventa con la oleada más alternativa de la música. Más allá de lo bueno y lo malo, lo cierto es que el gran poder de este álbum radica en que tiene algunas de las mejores canciones de Osbourne como solista. Y bueno, le tengo un cariño especial porque fue el primero que tuve de él.

Felipe León, escritor en Expectador: Diary of a Madman/No More Tears/Ozzmosis.

Jota Ossandon, escritor en Expectador: Blizzard of Ozz/Bark at the Moon/No More Tears.

Jebu, voz y guitarra en Errante: Live & Loud.

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